miércoles, 31 de mayo de 2023

De dónde vengo y a dónde voy

Eran cerca de las 8 de la noche del 6 de noviembre de 1984. Estando en nuestro apartamento en El Cemí, lloraba frente al televisor porque el Partido de la Renovación de Hernán Padilla, el mismo al que había apoyado mi madre había perdido las elecciones, y Piguán también había perdido en Santa Isabel. Los candidatos de mi madre, aquellos de los cuales yo corría detrás, habían perdido por partida doble. Esa noche juré frente al espejo de mi cuarto que Fidel Rivera Romero se las iba a tener que ver conmigo cuando fuera grande porque yo le iba a ganar. Ignorancias de un chiquillo pendejo que no sabía que en esto hay que llevar dos sacos: el de ganar y el de perder. Y esa noche nos tocó perder.

Hoy, 32 años después, puedo decir que he aprendido mucho de la política y que he trabajado para ayudar a obtener victorias a los candidatos en que he creído. Más que PNP, me canto estadista. Apoyo a los candidatos que corren bajo esa insignia porque son los que supuestamente van a esas posiciones a defender la estadidad. Lamentablemente, la política se ha convertido en un refugio de buscones y alimañas, que solo vienen por alcanzar posiciones y servirse de un pueblo, más que servir. En todos los partidos hay grandes servidores públicos, así como tremendos lobos disfrazados de ovejas y personas que, a mi entender no están capacitadas para ocupar ciertos puestos. Por eso no creo en esa trillada frase: "Cualquier PNP es mejor que un popular". Señores en todo el partido PNP, no hay uno mejor que mi tío Carlos Martínez, que empeñó su crédito para que mi madre y sus dos hijos tuvieran un techo donde vivir. Y ese es un popular de clavo pasao. Y yo mataría al que diga que hay un PNP mejor que ese. El senador Carlos Vargas, Willie  Miranda, José Aponte, y el más insigne de todos, Churumba Cordero, fueron excelentes servidores públicos y por eso el pueblo les recuerda. ¿Habría un PNP mejor que ellos? No sólo lo dudo, estoy totalmente convencido que no. 

Yo voto por lo que creo y no por lo que nadie me insista ni me pida. Nunca he tenido miedo a perder mi voto, siempre y cuando lo dé a conciencia. Y no sería la primera vez que cruzo la línea de mi partido para votar por lo que mi conciencia me dicte. Creo en la democracia y creo que estamos en momentos en que Puerto Rico necesita elegir los mejores líderes para dirigir un barco que poco a poco se hunde, pero aún tiene esperanzas. Soy parte del Directorio de mi partido y este escrito me puede costar dentro del mismo. Pero si me hicieran pagar por ello, me iría tranquilo y felíz porque sería defendiendo lo que creo. El candidato a quien yo tengo que apoyar, el de la Q, que es el que me ha ayudado a llevar la comida a mi mesa por los pasados casi 12 años cuenta 100% conmigo, con mi familia y con el sudor de mi frente defendiendo sus votos. 

En el 84, mi madre me enseñó a luchar por lo que creo. Aún me siento orgulloso recordándola ondeando la bandera del arcoiris. Ella no dejó de ser estadista. Ella no creyó en lo que estaba bajo la insignia del PNP y apoyó la alternativa en que creía. Hoy, soy yo quien cree que mi partido necesita una Renovación. Tenemos que aprender que Puerto Rico necesita trabajo en equipo, que aprendamos a entendernos, y sobre todo a aceptar que muchas veces hay mejores recursos en nuestro mismo partido, en otros partidos o que incluso son apolíticos. Necesitamos ideas frescas, juventud, experiencia, gente con ganas de servir y más que todo, gente que piense en echar este país adelante. Allá afuera hay muchos, adentro también hay muchos. Hay que unirse, echar la politiquería a un lado y comenzar a remar todos en una misma dirección. Quizás piensen que es un discurso político de alguien con aspiraciones. En este momento que escribo les digo que sí tengo aspiraciones, pero soy de los que sé esperar el momento. Ah, porque jamás mordería la mano que me dá de comer. Pero el día que me toque, tendré un estilo distinto a muchos de los que he visto. El que me conoce sabe mi deseo de servir y ayudar a mi pueblo, y sabe que siempre estoy ahí de frente para ayudar en lo que pueda. Si está de Dios, lo aceptaré. Si no está de Él, igualmente lo aceptaré. Y seguiré aquí con las mismas ganas de servir a mi pueblo desde donde me necesite.